A medida que tiro de mis ataduras, con la fuerza de mis alas y mi espíritu, mi alma se resiente y mas eslabones salen del suelo. Desde las alturas, aun con miedo de que me fallen las fuerzas y caiga al vacío, observo el mundo del que intento alejarme:
Sonrisas falsas ocultan corazones rotos y lagrimas sin sentido esconden las sonrisas verdaderas; las águilas tienen miedo a volar y los caballos a correr por las laderas; los ríos, desesperados, temen morir al llegar al mar y este los espera, calmado y agitado al mismo tiempo, guardando un secreto; los guerreros ya no mueren en batalla y los piratas no son libres, con sus barcos varados en montañas.
Cada suspiro que exhalo es un huracán con olor a fresa, cuyo aire es agradable respirar pero sus bruscos vientos me devuelven al suelo con un golpe una y otra vez. Caigo al mar y el cabello de sus olas se enreda entre mi cuerpo y me arrastra hasta la orilla. La luna parece reírse de mi todas las noches, llegando a resultarme cruel. A veces, me gustaría poder odiarla, pero la quiero demasiado.
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